GRASAS TRANS EN ALIMENTOS

¡Buenos días amig@s!

¿Sabíais que en menos de tres años –en 2018– expira el plazo que ha dado la agencia de Administración de Alimentos y Medicamentos (FDA) en Estados Unidos para eliminar por completo las grasas trans de sus alimentos? Pues sí, en junio de este año, la FDA prohibía este tipo de compuestos al ser declaradas una amenaza para la salud pública. Según estudios, su paulatina expulsión del plato y de los fogones evitaría 20.000 ataques de corazón y 7.000 muertes al año en este país. También “se comenta, se rumorea….” que sin trans, los niveles de colesterol empezarían a restaurarse en dos o tres semanas..

Pero, ¿qué son estas famosas grasas trans? En  1902 en que el químico alemán Wilhelm Normann comprobó que, añadiendo hidrógeno a los aceites vegetales, la reacción química hacía que se solidificaran, algo que resultaría magnífico para dar consistencia a los alimentos. Pero el gatillo lo apretó una portada de la revista Time en 1961, que presentó los aceites parcialmente hidrogenados como alternativa sana, barata y accesible frente a las grasas animales, que por aquella época empezaban a tener muy mala prensa: eran caras y su vida útil muy breve. La solidificación de aceites vegetales permitía, sin embargo, almacenamiento largo y eran baratos. En la década de 1980 se publicitaron como la opción más saludable frente a las grasas saturadas. Hubo empresas que se apresuraron a aprovechar sus recién anunciadas excelencias y nacieron combinados de aceites hidrogenados y parcialmente hidrogenados que sugerían un nuevo modo de cocinar en todo el mundo. Aunque estas mismas compañías enseguida rebajaron la carga trans de sus productos y hoy están libres de estos aceites, las grasas trans se hicieron omnipresentes. En las frituras, la bollería industrial, las patatas fritas de bolsa y congeladas, las pizzas, las hamburguesas, los cereales y las palomitas.

Inicialmente las grasas y aceites de origen vegetal se consideraron mejores que los de procedencia animal, pero con el tiempo se ha ido demostrando su peligrosidad. Cuando una persona las ingiere, las grasas trans son absorbidas rápidamente en el tracto gastrointestinal y su efecto perjudicial se traslada a los diferentes tejidos: aumentan los niveles en sangre del colesterol malo (más conocido como colesterol LDL) y triglicéridos, y hacne caer en picado los niveles en sangre del colesterol bueno (colesterol HDL) de la misma manera que incrementan la necesidad de ácidos grasos esenciales. Los efectos del elevado consumo de estas grasas, se agrupan en un síndrome que viven cada vez más personas en el primer mundo: el síndrome metabólico, que consiste en sobrepeso, resistencia a la insulina (diabetes mellitus-II), elevación de moléculas proinflamatorias, desequilibrio en el estado oxidativo sistémico, hipertensión y aterosclerosis acelerada. Y no solo la salud cardiovascular se ve afectada por este tipo de grasas. En los últimos años se han asociado con la génesis del alzhéimer y otras enfermedades que deterioran el estado cognitivo.

 

La FDA permite incluir hasta 0,5 gramos de grasas trans por ración y mantener la denominación 0 en su información nutricional. Pero, según un estudio publicado por British Medical Journal, la ingesta de cinco gramos diarios es suficiente para incrementar un 25% el riesgo de enfermedad cardiovascular.
En España no existe una legislación específica que mencione su uso en la industria alimentaria. Solamente existe una directiva que limita la cantidad de ácidos grasos para lactantes y leches de continuación, que establece que la cantidad de ácidos grasos trans no puede ser superior al 3% del contenido total de materia grasa del producto. Dinamarca, Austria, Suiza e Islandia son los únicos países que cuentan con un marco legal que limita a un 2% la cantidad de grasas trans que usa en sus productos.

Aunque en España las cantidades de ácidos grasos trans en los alimentos son más moderadas, la preocupación está latente por el consumo masivo de comida poco saludable. Uno de los mayores problemas al respecto de las grasas trans lo causa el etiquetado. Un producto libre de grasas trans no tiene nada que ver con los que se anuncian 100% vegetal. Basta con que la etiqueta marque “parcialmente hidrogenado” para no tener la mínima duda de la presencia de grasas vegetales transformadas, es decir, trans. Son más saludables las monoinsaturadas (que proceden de las aceitunas, el aceite de oliva y los frutos secos) y las poliinsaturadas, cuyo origen más común son los aceites de maíz, soja y girasol. Aunque el Reglamento europeo 1169/2011, establece como obligatorio el etiquetado nutricional a partir del 2016, las grasas trans se quedan fuera de este etiquetado. Sin embargo, la asociación de consumidores Facua cree que debería ser obligatorio que el etiquetado de los productos refleje el porcentaje y tipo de grasas que contienen y que desde la Comisión Europea se apueste por normas que garanticen una mayor transparencia para proteger a los consumidores.

Aunque la cantidad de este tipo de grasas en una ración parezca insignificante, el consumo excesivo de comida rápida hace que la ingesta total se multiplique y, por tanto, también su peligro para la salud.
La Asociación Británica de Dietética ha elaborado una lista de productos donde es muy probable que se encuentren grasas parcialmente hidrogenadas. Son, además, alimentos que, como en el caso de las palomitas, se consumen de forma compulsiva. Sus grasas son absorbidas de inmediato.

  • Bollería industrial.
  • Comida para llevar.
  • Cremas.
  • Comida rápida, o fast food.
  • Fritos.
  • Galletas o pasteles.
  • Palomitas de maíz para el microondas.
  • Pastelería.
  • Patatas fritas de bolsa u otros aperitivos similares.
  • Pizza congelada.
  • Postres o helados.
  • Precocinados (empanadas, croquetas, etc.)

A muchos se les acaba «lo bueno» (según ellos…).

¡Recordad que “Juntos alimentamos la seguridad”!

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